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Cáncer

Tratamientos contra el cáncer: actualidad y futuro

La elección del tratamiento adecuado para el cáncer viene determinado por varios factores, incluyendo el tipo, las condiciones generales del paciente y por supuesto cuál sea el objetivo buscado: curarlo, evitar que se extienda, o aliviar los síntomas causados por éste.

Cris Contra el Cáncer
Fecha de publicación:
8 mayo 2025
Fecha de revisión:
28 julio 2025
Índice de contenidos:

Cirugía: la primera linea de defensa

La eliminación quirúrgica del tumor y de parte del tejido sano que lo rodea sigue siendo clave en el tratamiento de muchos cánceres localizados. 

De hecho, la cirugía es uno de los métodos que más curaciones sigue logrando hoy día en tumores sólidos, como los de mama, colon, pulmón o próstata, al intentar eliminar la masa tumoral completa y parte del tejido de alrededor, para minimizar todo lo posible el riesgo de que queden células tumorales que pudieran diseminarse por el organismo. 

La cirugía es la terapia contra el cáncer más antigua, con evidencias de intervenciones ya en el antiguo Egipto hace más de 4.000 años. 

Tras siglos de escasos avances, el Renacimiento reactivó el estudio anatómico y, entre los siglos XVII y XVIII, se documentaron cirugías más precisas. 

No obstante, el gran salto no llegó hasta el siglo XIX, con la introducción de la anestesia y la antisepsia, que redujeron la mortalidad y permitieron extirpar tumores con mayor seguridad, marcando el inicio de la cirugía moderna.

La cirugía en cáncer se ha ido perfeccionando hasta nuestros días, mediante el desarrollo de innovadoras técnicas, que permiten continuar aumentando las tasas de curación:

  • Cirugía mínimamente invasiva: La laparoscopia y la cirugía robótica permiten eliminar tumores con incisiones extremadamente pequeñas, lo que se traduce en menos dolor, hospitalizaciones más cortas y recuperación más rápida.
  • Imagen intraoperatoria: El uso de sustancias como tintes o fluorescencia permiten localizar mejor el tumor y guiar a los cirujanos, para aumentar la precisión, y asegurar la eliminación completa de la masa tumoral.
  • Cirugía de preservación funcional: En cánceres especialmente complicados, como el de cabeza y cuello, así como en algunos ginecológicos, se diseñan técnicas para minimizar el impacto sobre otras estructuras, y así evitar la pérdida de ciertas funciones vitales. Por ejemplo, se intenta preservar la voz, la deglución, la fertilidad… la clave está en curar más, pero también en curar mejor, y que los pacientes puedan tener una buena calidad de vida tras la enfermedad.

A pesar de los avances, existen ocasiones en las que el cáncer ya se ha expandido por el organismo y la cirugía deja de ser una opción curativa.  

También puede ocurrir que el tumor continúe solamente en el lugar donde se inició, pero su cirugía sea extremadamente complicada (e incluso imposible), como es el caso de ciertos tumores cerebrales. Igualmente, hay que tener en cuenta el caso de los tumores hematológicos, no operables, al originarse en las células de la sangre. 

En estas situaciones, los pacientes requieren de otras estrategias para poder tratarse. 

La radioterapia se basa en emplear radiación (energía en forma de ondas o partículas), capaz de penetrar en los tejidos y dañar el ADN de las células tumorales, para eliminarlas e impedir su multiplicación. 

Puede administrarse como tratamiento para el cáncer principal, como adyuvante (tras cirugía para eliminar posibles células tumorales que hayan podido quedar en el organismo) o paliativo (para aliviar síntomas).

La radioterapia nació tras el descubrimiento de los rayos X por Röntgen en 1895 y la radiactividad a finales del siglo XIX por Marie Curie. 

Aunque al principio se aplicó de manera muy rudimentaria y con graves efectos secundarios, pronto se desarrollaron técnicas más seguras como la braquiterapia (colocar pequeñas fuentes radioactivas junto al tumor) y el fraccionamiento de dosis.

A lo largo del siglo XX, la radioterapia se fue perfeccionando y se convirtió en un tratamiento cada vez más preciso y eficaz contra el cáncer. 

Desde su descubrimiento en el siglo XIX, se ha pasado de pomadas radiactivas con elevados efectos secundarios hasta el desarrollo de técnicas seguras y precisas que hoy salvan millones de vidas cada año. 

Gracias a la investigación, estas terapias continúan afinando su precisión y ampliando sus posibilidades: 

  • Radioterapia de intensidad modulada (IMRT): Ajusta la dosis de radiación con gran exactitud al contorno del tumor, y reduce la toxicidad en tejidos sanos.
  • Radioterapia Guiada por Imagen (IGRT): emplea pruebas médicas de imagen, como el TAC o la resonancia, de forma previa a cada sesión de radioterapia para posicionar al milímetro al paciente y lograr dirigir la radioterapia al tumor con la máxima precisión, sin dañar el tejido sano.
  • Radioterapia estereotáctica (SBRT/SRS): Entrega dosis muy elevadas de radciación en pocas sesiones, útil en metástasis cerebrales o tumores pequeños difíciles de operar.
  • Terapias con partículas (protones y carbono): Permiten modular las terapias a menores dosis, lo que mejora la protección de órganos críticos, especialmente en tumores pediátricos o cerca de estructuras sensibles. 
  • Radioligandos; fármacos basados en proteínas que llevan unido un elemento que emite radiación. Estas proteínas se unen de forma específica a las células tumorales y llevan la radioterapia hasta ellas de forma muy precisa. 
  • Terapias combinadas: la radiación no solo destruye células tumorales, también puede activar al sistema inmune. Su combinación con otros tratamientos, como inmunoterapias, permite potenciar la respuesta inmunitaria del paciente y mejorar su efectividad, especialmente en tumores resistentes.

La investigación continúa avanzando y desde CRIS contra el cáncer apoyamos varios proyectos para seguir perfeccionando la radioterapia y beneficiar cada vez a más pacientes, con menos efectos adversos. [ Proyecto CRIS de Radioinmunoterapia en Cáncer de Pulmón, Proyecto CRIS de Radioinmunoterapia en Tumores Sacromas Infantiles, Ensayo LOWTOX].

Quimioterapia: atacando la multiplicación celular

Se conoce como quimioterapia al uso de fármacos para atacar células que se dividen rápidamente.  

La quimioterapia nació a principios del siglo XX con los estudios de Paul Ehrlich y se consolidó tras la Segunda Guerra Mundial. En 1949 la FDA aprobó el primer quimioterápico, marcando el inicio de esta era.

Pocos años después, el metotrexato logró curar por primera vez un cáncer metastásico, y en la década de 1960 se alcanzaron curaciones en leucemias infantiles y linfomas gracias a protocolos combinados.

Desde entonces, la quimioterapia ha sido decisiva en cánceres de la sangre y, con fármacos como el cisplatino, también revolucionó el tratamiento de tumores sólidos como el de testículo.

Hoy día, la quimioterapia sigue siendo clave en el tratamiento del cáncer, con fármacos cada vez más seguros y con menos efectos secundarios. 

La investigación continúa, para hacer las terapias más precisas y efectivas, con numerosos avances al respecto:

  • Regímenes combinados y pautas óptimas: La investigación ha demostrado la eficacia de combinar agentes quimioterápicos que funcionan con mecanismos distintos para evitar que las células tumorales escapen a las terapias y se vuelvan resistentes. Además, regímenes de administración personalizados permiten disminuir los efectos secundarios de estas terapias.
  • Quimioterapia metronómica: Administración continua de dosis bajas para inhibir los vasos sanguíneos que nutren al tumor (angiogénesis). De esta forma se dificulta su crecimiento, con menos efectos adversos.
  • Nanoportadores y sistemas de liberación controlada: Nanopartículas cargadas con fármacos que se dirigen selectivamente al tumor, aumentan la concentración local de la terapia y reducen la toxicidad en el tejido sano.

Este tipo de tratamientos es uno de los que tiene peor fama. La propiedad de atacar a células que se multiplican rápidamente hace que en ocasiones pueda dañar a algunas células sanas que también se multiplican con rapidez (médula ósea, folículos pilosos, mucosas intestinales…), lo que puede explicar los efectos secundarios relacionados con algunos fármacos quimioterápicos, como los vómitos o la caída del cabello.

No obstante, la quimioterapia marcó un antes y un después en el tratamiento contra cáncer y cambió el curso de la enfermedad de millones de pacientes

Desde CRIS contra el Cáncer apoyamos diversos estudios para continuar mejorando este tipo de terapias y lograr pautas y combinaciones de tratamientos cada vez más efectivas [ Ensayo ETNA-Cohort2, Ensayo SEVENAZA]

Radioterapia: rayos de esperanza contra el cáncer

Transplante de médula: una nueva fábrica de células sanguíneas

El trasplante de médula ósea, también denominado trasplante de células madre hematopoyéticas es una práctica esencial y habitual en los tumores de la sangre (como leucemias, linfomas o mielomas). 

La médula ósea es la fábrica de células sanguíneas del organismo. Se encuentra en el interior de los huesos y se encarga de renovar continuamente las poblaciones de glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. 

El trasplante de médula consiste en reemplazar las células formadoras de sangre con nuevas células madre sanguíneas capaces de repoblar la médula ósea y, así, acabar con las células tumorales y restaurar la hematopoyesis (producción de células de la sangre). Sería como acabar con una fábrica de células dañadas y sustituirla por una nueva. 

Para ello, en primer lugar, se administran dosis muy intensas de quimioterapia y, a veces, radioterapia. Esto elimina tanto el tumor como las células sanas de la médula, lo que es esencial para que las nuevas células puedan instalarse en la médula. Este proceso previo al trasplante se denomina acondicionamiento

El periodo de tiempo entre que se eliminan las células de la médula del paciente y se reciben las nuevas a través del trasplante es especialmente delicado, pues apenas hay defensas inmunitarias y cualquier infección, incluso un simple resfriado, puede ser mortal. Por eso, durante este tiempo el enfermo permanece en una habitación estéril, con mascarilla, control de temperatura y analíticas diarias, con el fin de evitar cualquier riesgo antes de que se establezca la nueva médula.

El trasplante de médula puede clasificarse en:

  • Autólogo, cuando se usan las propias células del paciente, recogidas antes del tratamiento.
  • Alogénico, si provienen de un donante compatible, normalmente familiares
  • Singénico, cuando el donante es un gemelo idéntico 

El trasplante de médula ósea comenzó en 1956, cuando el Dr. Edward Donnall Thomas logró repoblar con éxito la médula de un paciente con leucemia usando células de su hermano gemelo. 

Poco después se descubrió la importancia de la compatibilidad inmunológica, lo que permitió desarrollar trasplantes más seguros y ampliar el número de donantes. 

A finales de los sesenta Thomas fundó en Seattle el primer centro especializado, y en 1976 se realizó el primer trasplante en España en el Hospital de Sant Pau. 

Durante las décadas de 1970 y 1980 la técnica se perfeccionó, extendiéndose a otras enfermedades de la sangre y consiguiendo las primeras curaciones definitivas en leucemias y linfomas, lo que consolidó el trasplante de médula como un tratamiento clave del cáncer. 

Desde el primer trasplante en los años 50, continúan las investigaciones para perfeccionar esta técnica, con importantes avances en los últimos años:

  • Condicionamiento de intensidad reducida (RIC): regímenes de quimioterapia y radioterapia menos tóxicos que permiten el trasplante en pacientes de mayor edad o con otras enfermedades previas, reduciendo la mortalidad asociada al procedimiento.
  • Donantes parciales y modificación de la nueva médula: se está trabajando en desarrollar protocolos que disminuyan posibles rechazos, a través de la eliminación de las células inmunitarias responsables de los mismos (células T) o de la infusión en el paciente de células reguladoras, que disminuyen las respuestas inmunitarias.

    Estas prácticas han ampliado la disponibilidad de donantes parciales, es decir, que no son completamente compatibles, manteniendo tasas de éxito efectivas y minimizando rechazos.
  • Terapias celulares combinadas (CAR-T y trasplante): la combinación entre trasplante y ciertas inmunoterapias como las CAR-T (células T modificadas para atacar a las células tumorales) se está explorando para mejorar el control de la enfermedad residual (es decir, evitar que queden células tumorales tras el tratamiento) y reducir recaídas.
  • Células madre cultivadas en laboratorio: investigaciones pioneras han logrado obtener células madre de la sangre en el laboratorio, lo que abre la posibilidad de generar, en el futuro, médulas a la carta y superar la falta de donantes compatibles, tal como demuestran estudios recientes en modelos animales.

En definitiva, el trasplante de médula ósea ha evolucionado desde sus inicios experimentales en los años cincuenta hasta convertirse en una terapia curativa para múltiples cánceres hematológicos. 

Los avances en acondicionamiento, compatibilidad inmunológica y biotecnología abren la puerta a tratamientos contra el cáncer cada vez más precisos, seguros y accesibles. 

En la Unidad CRIS de Terapias Avanzadas para Cáncer Infantil, así como en la Unidad CRIS de Tumores Hematológicos llevan a cabo esta técnica de forma recurrente, con altas tasas de éxito, y continúan investigando su combinación, con otras terapias, como las CAR-T, para aumentar la supervivencia de todos los pacientes con cáncer que se someten a esta terapia [Unidad CRIS de Terapias Avanzadas para Cáncer Infantil, Unidad CRIS de Tumores Hematológicos]. 

Terapias dirigidas: atacando los puntos débiles del tumor

Las terapias dirigidas son tratamientos que actúan sobre características concretas de las células tumorales, por ejemplo, una proteína en su superficie, para detener su crecimiento o inducir su muerte, minimizando el daño al tejido sano. 

A diferencia de la quimioterapia, que suele atacar de forma más indiscriminada a todas las células que se dividen rápido, las terapias dirigidas se guían hacia puntos muy específicos en el cáncer, como receptores celulares u otras moléculas que son esenciales para la supervivencia tumoral. 

La historia de estas terapias comenzó en la década de 1970–1980, cuando se comenzaron a describir los fundamentos moleculares del cáncer, sus mecanismos de supervivencia y cómo atacarlos de forma directa.  

El descubrimiento de receptores y otras moléculas en la superficie de las células tumorales, que les permitían crecer y dividirse, sentó las bases para diseñar fármacos que bloqueasen esos interruptores del tumor.

En 1997 llegó el primero, Rituximab, para linfoma folicular, seguido en 1998 por Trastuzumab, que revolucionó el tratamiento de los tumores de mama HER2-positivo. 

Poco después, Imatinib (2001) transformó la leucemia mieloide crónica y marcó un hito en esta nueva generación de terapias que han cambiado el pronóstico de muchos pacientes. 

Hoy día, la investigación continúa, logrando nuevas y más efectivas terapias dirigidas contra los distintos tipos de cáncer:

  • Inhibidores de nueva generación: se desarrollan con el fin de superar las situaciones en las que las células tumorales se vuelven resistentes y ya no responden a una terapia dirigida en particular. Fármacos como osimertinib (contra la proteína EGFR en cáncer de pulmón) o alectinib (contra la proteína ALK también cáncer de pulmón) superan resistencias que aparecían con primeras versiones de estos tratamientos, prolongando la eficacia y la supervivencia.
  • Anticuerpos conjugados a fármacos (ADCs): Estos tratamientos funcionan como misiles teledirigidos. Están formados por un anticuerpo, que se une a una molécula de la célula tumoral y libera directamente en ella el fármaco al que va unido, lo que reduce la toxicidad en el tejido sano. Un ejemplo es ado-trastuzumab emtansina en cáncer de mama.
  • Terapias combinadas guiadas por biomarcadores: Cada vez más, se eligen fármacos directamente en función de alteraciones en el ADN de las células tumorales, maximizando el impacto sobre ellas y evitando tratamientos ineficaces. Un ejemplo de ello pueden ser los inhibidores de PARP, usados cuando se detectan mutaciones en los genes BRCA1/2 (cáncer de ovario, mama, próstata…).
  • Administración conjunta de fármacos: Combinaciones como inavolisib con palbociclib han demostrado, en ensayos recientes, retrasar la progresión casi dos años en cáncer de mama metastásico con alteración en el gen PIK3CA.
  • Medicina de precisión y biopsia líquida: El análisis de ADN tumoral en sangre permite hacer un seguimiento en tiempo real de la aparición de resistencias y ajustar el tratamiento antes de que el tumor vuelva a crecer.

Las terapias dirigidas han sido unos de los tratamientos para el cáncer que más se han desarrollado en las últimas décadas, y los avances continúan en la actualidad. Nuevos puntos débiles y candidatos a fármacos se encuentran actualmente en investigación en ensayos en fase I/II, ampliando las terapias disponibles para tumores hoy difíciles de tratar. 

Desde CRIS contra el cáncer también impulsamos la investigación en terapias dirigidas, para el desarrollo de nuevos tratamientos o superar resistencias a los que ya existen [Proyecto CRIS de Respuesta y resistencia en Cáncer de Mama, Proyecto CRIS de Resistencia en Cáncer Colorrectal, Proyecto CRIS en Cáncer de Mama, Proyecto CRIS en Cáncer de Ovario, Ensayo BRAVA, Unidad CRIS de Nuevas Terapias Experimentales]

Inmunoterapia: despertar las defensas contra el cáncer

La inmunoterapia es un conjunto de tratamientos que activan, redirigen o refuerzan el propio sistema inmunitario del paciente para que reconozca y elimine las células tumorales. 

Estas terapias son muchas, muy variadas y pueden incluir: anticuerpos que bloquean las señales de freno que ponen los tumores para paralizar al sistema inmunitario, sustancias que potencian la actividad de las células inmunitarias o incluso células modificadas del propio paciente para que ataquen el tumor.

La inmunoterapia contra el cáncer tiene sus raíces en 1891, cuando William B. Coley observó que ciertas infecciones podían reducir tumores, revelando el papel del sistema inmunitario en esta lucha. 

Desde entonces, se han sucedido muchos hitos clave: en 1992 se aprobó el primer fármaco inmunoterápico, la interleucina-2 (Proleukin®), para cáncer renal, en 1997 Rituximab inauguró la era de los anticuerpos terapéuticos, y en 2011 los inhibidores de puntos de control, como ipilimumab, ofrecieron nuevas esperanzas en melanoma avanzado. 

La gran revolución llegó en 2017 con las terapias CAR-T, capaces de reprogramar células inmunitarias del propio paciente para atacar el cáncer, transformando el tratamiento de las leucemias y otros tumores de la sangre.

El campo de la inmunoterapia continúa en constante evolución con avances muy prometedores para el tratamiento del cáncer:

  • Nuevos inhibidores de puntos de control inmunitario (PD-1/PD-L1) Tras el éxito de ipilimumab, llegaron nivolumab y pembrolizumab, dirigidos contra PD-1, otro freno del sistema inmunitario. Pembrolizumab se aprobó en septiembre de 2014 para melanoma avanzado, ampliándose después a múltiples cánceres gracias a su excelente perfil de eficacia y seguridad.
  • Anticuerpos conjugados a fármacos (ADCs): ya explicados anteriormente, que combinan terapia dirigida e inmunoterapia, al estar constituidos por un anticuerpo unido a un medicamento tóxico para las células. 
  • Anticuerpos modificados: se están desarrollando anticuerpos modificados, como los denominados biespecíficos, capaces de unirse al mismo tiempo a una célula tumoral y a una célula inmunitaria (normalmente un linfocito T), acercándolas entre sí para facilitar la eliminación del cáncer.

    Esta estrategia multiplica la capacidad de ataque del sistema inmunitario y se usan en distintos tipos de cáncer.
  • Citoquinas: son proteínas que de manera natural regulan la comunicación entre células del sistema inmunitario, funcionando como mensajeros moleculares.

    Al administrarse como fármacos, pueden potenciar la respuesta inmunitaria contra el cáncer.

    Ejemplos ya aprobados son la interleucina-2 o el interferón alfa. Actualmente se estudian nuevas variantes de citoquinas mejoradas y combinaciones más seguras y efectivas.
  • BCG: se trata de una bacteria atenuada (Bacillus Calmette-Guérin), que no causa ninguna enfermedad, pero provoca una reacción inmunitaria local intensa que destruye las células tumorales.

    Desde los años 70 se aplica directamente en la vejiga para tratar el cáncer vesical superficial. Sigue siendo uno de los tratamientos estándar más eficaces para este tipo de cáncer.
  • Terapias celulares avanzadas: Actualmente se trabaja para ampliar el uso de las CAR-T más allá del cáncer de la sangre, con el fin de hacerlas efectivas contra tumores sólidos [Proyecto CRIS CAR-T en Cáncer de Ovario, Proyecto CRIS CAR-T en Metástasis, Proyecto CRIS CAR-T para Tumores Cerebrales Pediátricos].

    También se trabaja en nuevas estrategias, que combinan los beneficios de los linfocitos T con otras células inmunitarias, como las Natural Killer, surgiendo las CAR-NK [Proyecto CRIS CAR4SAR].

    Además de las CAR-T, otro tipo de terapias celulares son los TILs (Tumor-Infiltrating Lymphocytes), basados en células inmunitarias que ya están dentro del tumor.

    Estas células se extraen, se activan en el laboratorio, y se reintroducen en el paciente.

    Al ser células que ya reconocen el cáncer, su potencial es muy alto. Esta estrategia ha mostrado resultados prometedores, especialmente en tumores sólidos como el melanoma [ Unidad CRIS de Nuevas Terapias Experimentales Proyecto CRIS Inmunoingeniería].
  • Vacunas contra el cáncer: funcionan como un entrenamiento para el sistema inmunitario: se le muestran proteínas o fragmentos del tumor para que aprenda a identificarlas y elimine las células malignas antes de que se propaguen.

    Existen dos tipos principales:
  • Vacunas contra el cáncer: funcionan como un entrenamiento para el sistema inmunitario: se le muestran proteínas o fragmentos del tumor para que aprenda a identificarlas y elimine las células malignas antes de que se propaguen.

    Existen dos tipos principales

    a)Vacunas preventivas, como las del virus del papiloma humano (VPH) o de la hepatitis B, que evitan que ciertas infecciones virales deriven en cáncer (cérvix, hígado…)

    b)Vacunas terapéuticas, que se administran a pacientes ya diagnosticados y buscan reforzar la respuesta inmunitaria contra su propio tumor. Estas últimas están en desarrollo y son un campo prometedor de la inmunoterapia contra el cáncer [Proyecto CRIS LUNGVAX].
  • Virus oncolíticos: virus modificados para infectar solo a las células tumorales, eliminarles y promover la activación del sistema inmunitario. Al entrar en el tumor, los virus se multiplican dentro de él, liberan nuevas partículas víricas y señales de alarma que activan a las células inmunitarias. Un ejemplo es el T-VEC, aprobado para melanoma, y otros muchos aún en investigación [Proyecto CRIS de Tumores Cerebrales, Proyectos CRIS de Radioinmunoterpia en Tumores Cerebrales Infantiles].

En pocos años, la inmunoterapia ha pasado de experimentos aislados a convertirse en un pilar fundamental del tratamiento para el cáncer, con protocolos cada vez más personalizados y eficaces. La investigación continúa explorando nuevas terapias, mejorando la seguridad y ampliando su uso a más tipos de cáncer.

Terapias hormonales: bloquear las señales de crecimiento

Las terapias hormonales son tratamientos que aprovechan el hecho de que ciertos tumores (sobre todo de mama y próstata) dependen de hormonas para crecer. Al reducir o bloquear esas hormonas (estrógenos en la mujer, andrógenos en el hombre) se consigue frenar el avance del cáncer con menos efectos sobre el resto del cuerpo.

La historia de las terapias hormonales comenzó en 1896, con el cirujano escocés George Beatson. Este médico observó que extirpar los ovarios hacía retroceder tumores de mama avanzados, porque eliminaba la fuente principal de estrógenos 

Hallazgos similares se describieron posteriormente, en 1941 cuando el Dr. Charles Huggins demostró que quitar los testículos o dar estrógenos detenía el crecimiento del cáncer de próstata metastásico, lo que sentó las bases de la terapia hormonal en el hombre.

Después de décadas de investigación, la FDA dio luz verde al tamoxifeno en diciembre de 1977, convirtiéndolo en el primer medicamento hormonal para el cáncer de mama sensible a estrógenos. Desde entonces, han continuado las investigaciones respecto a las terapias hormonales, con importantes avances clave:

  • Inhibidores de aromatasa (1997–2001): Fármacos como letrozol o anastrozol bloquean la producción de estrógenos en mujeres menopáusicas. 
  • Análogos de LHRH y antiandrógenos: En el cáncer de próstata, se usan estos fármacos para bloquear la acción de la testosterona.
  • Nuevas combinaciones de terapias: La incorporación de palbociclib, una terapia dirigida, en combinación con letrozol en 2015 prolongó notablemente la supervivencia en cáncer de mama metastásico sensible a hormonas.
  • SERDs orales y terapias de bloqueo dual: Se han desarrollado nuevos agentes (SERDs, Degradadores Selectivos del Receptor de Estrógeno) capaces de eliminar el receptor de estrógeno de las células; se exploran combinaciones con terapias dirigidas o inmunoterapia para retrasar que aparezcan resistencias y personalizar cada vez más el tratamiento.

En conjunto, las terapias hormonales han pasado de operaciones quirúrgicas con importantes impactos sobre la calidad de vida y la fertilidad a medicamentos muy precisos que actúan sobre moléculas concretas, ofreciendo hoy opciones más seguras y efectivas para miles de pacientes.

Nuevas tendencias: una mirada al futuro

Más allá de los avances descritos en cada una de las áreas específicas de tratamiento, la investigación en cáncer avanza hacia nuevos enfoques muy prometedores:

  • Medicina de precisión: Integrar, en el tratamiento del paciente, datos moleculares, clínicos, emocionales… para diseñarlos a medida [ Gemelas Digitales].
  • Inteligencia artificial: Actualmente los investigadores trabajaban en desarrollar modelos basados en inteligencia artificial que permitan predecir el pronóstico o la respuesta a terapias de los pacientes para seleccionar los tratamientos más eficaces en cada caso y minimizar la toxicidad [Proyecto CRIS de Imagen en Inmunoterapia].
  • SERDs orales y terapias de bloqueo dual: Se han desarrollado nuevos agentes (SERDs, Degradadores Selectivos del Receptor de Estrógeno) capaces de eliminar el receptor de estrógeno de las células; se exploran combinaciones con terapias dirigidas o inmunoterapia para retrasar que aparezcan resistencias y personalizar cada vez más el tratamiento.

Cuidados paliativos y de apoyo: la importancia de la calidad de vida

A mediados del siglo XX, la atención al cáncer comenzaba a centrarse casi exclusivamente en eliminar el tumor.

Sin embargo, en 1967 la enfermera y médico británica Cicely Saunders fundó St Christopher’s en Londres, dando forma al concepto de palliative care (atención integral destinada a aliviar el dolor y el sufrimiento) para pacientes con enfermedades graves. 

A partir de ahí, en los años 90 se acuñó el término cuidados de apoyo (supportive care) para englobar todo lo que ayuda al enfermo en cada fase del cáncer: desde el diagnóstico y el tratamiento activo hasta la recuperación y la supervivencia.

Los cuidados de apoyo buscan mantener o mejorar la calidad de vida en paralelo al tratamiento del cáncer. Incluyen:

  • Manejo de síntomas (dolor, náuseas, fatiga).
  • Apoyo psicológico y social
  • Coordinadores/Guías de paciente, profesionales que orientan al enfermo y a su familia, solventan problemas prácticos (transporte, papeleo) y ofrecen acompañamiento emocional.
  • Terapias complementarias (fisioterapia, nutrición, música, arteterapia) que facilitan la recuperación física y mental.

Este enfoque no solo hace que el enfermo tolere mejor tratamientos agresivos, sino que incluso puede aumentar la eficacia de la terapia oncológica al reducir complicaciones y hospitalizaciones. 

Entre los avances más destacados en cuidados en los últimos años, se pueden destacar: 

  • Movimientos globales de coordinación: la iniciativa Supportive Care 2030 busca estandarizar y ampliar estos cuidados en todo el mundo, promoviendo la equidad y la atención centrada en la persona.
  • Indicadores de calidad: recientemente se han identificado más de 40 indicadores concretos (desde control del dolor hasta tiempo de respuesta ante emergencias) para medir y mejorar los servicios de apoyo.
  • Telemedicina y apps de apoyo: plataformas móviles y servicios de teleconsulta permiten seguimiento continuo de síntomas, ofreciendo consejos en tiempo real y reduciendo desplazamientos innecesarios.

En definitiva, los cuidados de apoyo han pasado de ser la cara olvidada del cáncer a un pilar esencial, con impacto directo en respuesta a terapias y reducción de efectos secundarios. 

La tendencia actual se basa en combinar intervenciones médicas, tecnológicas y humanas para que cada paciente reciba la ayuda necesaria en el momento preciso, maximizando su bienestar y dignidad durante todo el proceso.

El conjunto de tratamientos para el cáncer nunca ha sido tan diverso ni prometedor.

Desde las técnicas quirúrgicas más precisas hasta la modulación del sistema inmunitario, los avances confirman que el futuro del cáncer se dirige hacia tratamientos cada vez más personalizados, eficaces y con menores efectos secundarios.

La combinación inteligente de estos enfoques y el desarrollo de nuevas tecnologías permitirá una mejora continua en la supervivencia y calidad de vida de las personas con cáncer.

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