Un calambre es una contracción involuntaria, brusca y dolorosa de un músculo (con frecuencia en los gemelos o la planta del pie) que dura segundos o minutos y puede dejar la zona sensible durante un periodo de tiempo.
Es muy común en la población general y puede ser especialmente habitual en pacientes de cáncer, aunque es importante tener claro que no significa que el cáncer esté empeorando o avanzando.
¿Por qué se producen calambres asociados al cáncer?
Existen múltiples causas posibles; que, a menudo, coexisten:
1. Efectos secundarios de tratamientos oncológicos
- Quimioterapia (p. ej., taxanos, alcaloides…): algunos fármacos quimioterápicos pueden irritar los nervios (neuropatía) y favorecer calambres o dolor muscular agudo tras el tratamiento.
- Otros fármacos específicos, como imatinib (usado para tumores del estroma gastrointestinal, o para la leucemia mieloide crónica): los calambres en pantorrillas, pies y manos suelen ser efectos secundarios frecuentes, aunque también temporales.
- Hormonoterapia:
- Tamoxifeno/raloxifeno: pueden dar calambres en las piernas; además, el tamoxifeno también puede aumentar el riesgo de trombosis.
- Inhibidores de aromatasa: suelen venir asociados a dolores músculo-articulares y rigidez que algunos pacientes describen como tipo calambre.
- Radioterapia y cirugía: a medio plazo pueden ocasionar dolor muscular o nervioso en la zona tratada.
2. Alteraciones de electrolitos
Desequilibrios de sodio, potasio, magnesio o calcio son muy frecuentes en pacientes con cáncer y también se asocian a calambres. Pueden deberse al tratamiento, vómitos/diarreas, problemas renales o baja ingesta de alimentos.
3. Deshidratación
Beber poco o perder líquidos (por fiebre, sudoración, diarreas) aumenta el riesgo de calambres.
4. Inactividad, postura y acortamiento muscular
La inactividad física, pasar muchas horas sentado o en cama, favorece los calambres, sobre todo, nocturnos.
5. Síndromes paraneoplásticos neurológicos (causas menos frecuente)
Algunos cánceres pueden desencadenar fenómenos autoinmunes que afectan nervios o músculo y producen espasmos o debilidad. Son raros y suelen acompañarse de otros síntomas neurológicos (afectación de la coordinación, entumecimiento muscular…)

Más allá de estas causas, en la aparición de espasmos también pueden influir fármacos no relacionados con el cáncer (como los diuréticos), así como la existencia de otras patologías (diabetes, insuficiencia renal, hipotiroidismo…). Es importante comentar cada caso con el médico responsable para determinar la posible causa y mejor forma de actuar.
¿Qué puedo hacer en el momento del calambre?
- Estira suave el músculo: si es gemelo, flexiona el tobillo llevando la punta del pie hacia la espinilla; mantén 20–30 s y repite 2–3 veces.
- Masajea la zona y aplica calor local (almohadilla térmica o ducha templada).
- Ponte de pie y carga peso con la pierna afectada si puedes; a veces para el espasmo.
- Hidrátate: bebe mucha agua; si has perdido líquidos/sales (fiebre, diarrea, mucho sudor), bebidas con electrolitos también pueden ayudar.
¿Cómo prevenir los calambres en las piernas durante el cáncer?
- Estiramientos diarios: haz 2–3 veces al día estiramientos suaves de gemelos o de la planta del pie (con pared o con una toalla/banda). Ayudan a reducir la frecuencia e intensidad de los calambres nocturnos.
- Hidratación y alimentación: bebe bastante agua a lo largo del día y procura una dieta rica en potasio, magnesio y calcio (frutos secos, lácteos, verduras, plátano, aguacate, legumbres). Ajusta la sal según lo que te indique tu equipo médico.
- Actividad física suave:camina regularmente y, si pasas mucho tiempo sentado, haz movimientos regulares con los pies. Esto favorece la circulación y previene la rigidez muscular.
- Consulta con tu médico: si los calambres son nuevos, muy intensos o frecuentes, revisa con tu oncólogo: a veces se relacionan con alteraciones de sales (sodio, potasio, magnesio, calcio) o con algún medicamento.
¿Qué tratamientos médicos pueden ayudar?
Cuando las medidas básicas no bastan, tu equipo puede considerar:
- Corregir la causa: reponer electrolitos, tratar deshidratación, ajustar fármacos o pautas si el dolor musculo-articular es muy fuerte o continuo.
- Medicamentos para aliviar los síntomas: antiinflamatorios suaves o analgésicos (si no hay contraindicaciones), medicamentos específicos… El dolor muscular agudo se suele manejar de forma individualizada, sin un tratamiento estándar único.
- Fisioterapia: ciertas técnicas de fisioterapia, como el estiramiento dirigido, pueden ser útiles a la hora de reducir y manejar estos calambres.
¿Cuándo debo consultar a un médico por los calambres?
Pide cita con tu equipo médico si:
- Los calambres son frecuentes o muy dolorosos y afectan a la calidad de vida.
- Empiezan tras un cambio de tratamiento o dosis.
- Se acompañan de hormigueos, debilidad o pérdida de sensibilidad.
- Vienen asociados a vómitos/diarrea.
La gran mayoría de calambres se resuelven solos y no implican la existencia de un daño en los nervios. Tampoco indican que la enfermedad esté avanzando, por lo que no deben causar alarma.
No obstante, es recomendable buscar atención médica urgente si existen otros síntomas asociados a los calambres, como la hinchazón marcada de una sola pierna con dolor, calor y enrojecimiento.
En ese caso, podría tratarse de algo más grave, como una trombosis (formación de un coágulo de sangre en un vaso sanguíneo).
El cáncer, o algunos de sus tratamientos, pueden incrementar el riesgo de trombosis, así que, ante la duda, es importante consultar a un médico.
En resumen, los calambres en las piernas son frecuentes y, en la mayoría de los casos, molestos pero manejables: suelen mejorar con estiramientos regulares, buena hidratación, algo de movimiento diario, calor local y, cuando procede, revisando medicación y analíticas con el equipo médico.
No suelen indicar que el cáncer esté empeorando, sino que el cuerpo pide pequeños ajustes. Aun así, si aparecen señales de alarma (hinchazón dolorosa de una pierna con calor/enrojecimiento, o síntomas como falta de aire o dolor torácico), es importante consultar de forma urgente.
Con hábitos sencillos y una comunicación fluida con tu oncóloga/o y fisioterapia cuando haga falta, es posible reducir la frecuencia e intensidad de los calambres y mantener una buena calidad de vida durante el tratamiento.
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