Cuando hablamos de cáncer no hablamos de una sola enfermedad, sino de miles. Por lo tanto, no podemos generalizar. Hay tumores que forman masas, otros que se extienden, otros que viajan por la sangre… Eso hace que los síntomas, entre ellos el dolor, no sean los mismos. Incluso en personas con el mismo tipo de tumor, los síntomas pueden ser totalmente diferentes.
Por lo tanto, el cáncer no siempre provoca dolor. Un aspecto característico de estas enfermedades es que muchas personas con cáncer, sobre todo en etapas iniciales, no sienten dolor.
Cuando aparece, el dolor puede ser punzante, opresivo o con quemazón/ardor y venir provocado por la propia enfermedad o bien por determinados tratamientos, que pueden, por ejemplo, afectar los nervios (dolor neuropático) y generar esa sensación de ardor.
Ante cualquier dolor nuevo, persistente o que empeora es esencial acudir al equipo médico. No tiene por qué tratarse de un tumor, pero es importante que los dolores de este tipo los valore un especialista.
Por otro lado, a veces durante el tratamiento del cáncer, el dolor se puede y se debe tratar.
¿Por qué puede doler el cáncer?
El dolor puede deberse a:
- El propio tumor, al presionar nervios, huesos u órganos, o por sustancias inflamatorias que libera. Es más frecuente en fases avanzadas de la enfermedad, pero puede presentarse en cualquier momento.
- Metástasis. Cuando el cáncer se extiende por el organismo, provocando metástasis, es más común que se produzca dolor, sobre todo cuando se extiende a huesos o se producen otras complicaciones (obstrucciones, úlceras, inflamación…). Sin embargo, también es importante tener en cuenta que mayor grado de dolor no significa que hay una mayor diseminación del cáncer por el organismo.
- Pruebas y ciertos tratamientos (cirugía, radioterapia, quimioterapia, terapias dirigidas), también pueden causar dolor temporal o crónico. Un ejemplo pueden ser dolores de cabeza relacionados con algunos tipos de quimioterapia, radioterapia en cabeza/cuello, cirugía en esa región y algunos tratamientos de inmunoterapia. Efectos secundarios asociados al tratamiento (o a la propia enfermedad) también pueden producir migrañas y dolor de cabeza, como la anemia, plaquetas bajas, deshidratación por vómitos/diarrea o infecciones.
- Incluso cambios en hábitos/estilo de vida por la enfermedad pueden acabar produciendo dolor: estrés y ansiedad, falta de sueño, cambios dietéticos, cafeína (exceso o retirada), alcohol, poca hidratación o inactividad física
Es importante tener en cuenta que no todas las personas con cáncer tendrán dolor, y cuando aparece, su intensidad puede variar. Con un buen seguimiento y tratamiento, la mayoría de los dolores pueden controlarse.
¿Y la quemazón o sensación de ardor?
Una sensación de ardor no tiene por qué estar relacionada con el cáncer, ni muchísimo menos, desde irritaciones, alergias, inflamación, problemas digestivos…
Cuando esa sensación está asociada al cáncer puede tener varias explicaciones, la principal de ellas la afectación de los nervios o células del sistema nervioso. Cuando eso ocurre, se habla de dolor neuropático, y se percibe por el paciente como como ardor/quemazón, calambres, descargas u hormigueo. Puede deberse al propio cáncer, cuando se extiende y comprime los nervios o bien a tratamientos específicos que pueden irritar o afectar a los nervios, causando esa sensación.
Un ejemplo de ello puede ser la neuropatía periférica inducida por quimioterapia. Algunos fármacos quimioterápicos (taxanos, platinos, vincristina, bortezomib) pueden afectar a las fibras nerviosas y provocar ardor, hormigueo y dolor en manos y pies; sensaciones que suelen desaparecer al terminar el tratamiento.
De manera similar, tras cirugías también puede aparecer dolor neuropático (por fibras nerviosas). Tal es el caso del síndrome de dolor postmastectomía. En estas situaciones, tras la cirugía de cáncer de mama puede aparecer un dolor persistente de tipo neuropático (ardor, pinchazos, calambres, hormigueo, hipersensibilidad) en el tórax, axila, hombro y/o brazo.
Estos fenómenos pueden deberse a varios factores: nervios que se irritan durante la operación, crecimiento benigno de algo de tejido nervioso en la cicatriz, o bien porque los tejidos de alrededor pueden inflamarse o volverse más duros (fibrosis). Asimismo, la radioterapia sobre la región torácica/axilar, que en ocasiones se acompaña a la cirugía, puede sensibilizar los nervios y causar este tipo de dolor.
En cualquier caso, la clave es comprender que no hay un solo tipo de tumor, y que es importante impulsar la investigación para diagnosticar los tumores antes, mejor, y contar con herramientas eficaces para tratarlos.

Finalmente, la sensación de ardor o quemazón puede no tener su origen en nervios afectados sino surgir por efectos localizados de los tratamientos: algunas terapias pueden generar dolor o ardor en el área en la que se administran, aunque estas sensaciones son normalmente momentáneas:
- Radioterapia: puede causar enrojecimiento, irritación y escozor en la piel de la zona tratada.
- Quimioterapia: algunas pueden producir ardor en el punto de inyección.
Importante: notar una sensación de ardor o quemazón no significa que existe un cáncer, y no notar dolor tampoco lo descarta. Ante dudas, siempre hay que consultar a un profesional sanitario.
¿Cuándo consultar?
- Siempre que haya dolor nuevo, que no cede en unos días-semanas, o empeora.
- Si el dolor interfiere con el sueño, el ánimo o las actividades diarias, afectando a la calidad de vida.
Si se acompaña de otros signos de alarma (como pérdida de peso no explicada, fiebre persistente, un bulto que crece…).
¿Cómo se evalúa y se trata el dolor en cáncer?
El equipo sanitario valorará localización, intensidad y tipo de dolor (sordo, punzante, eléctrico, quemazón…). Con esa información se diseña un plan personalizado que, además de seguir unos hábitos saludables [Link a Adelantarse al cáncer], puede incluir fármacos, fisioterapia, infiltraciones/bloqueos nerviosos, apoyo psicológico u otras técnicas. El objetivo es que el dolor no limite la vida de los pacientes.
Hoy día, se ha avanzado mucho en el manejo del dolor y existen numerosas alternativas para controlarlo, antes, durante y después de pruebas y tratamientos. Además, hay que tener en cuenta que los tratamientos del cáncer (quimio/terapias dirigidas, radioterapia, cirugía), aunque pueden generar algo de dolor, como se ha explicado anteriormente, también pueden ayudar a reducirlo, al controlar el tumor y limitar o reducir su expansión.
Actualmente, hay mucha atención al manejo y control del dolor, con estudios que indican que la prevalencia del dolor en pacientes con cáncer se ha reducido notablemente en la última década, lo que muestra estos avances y la concienciación con la importancia de la calidad de vida.
Conclusión
El cáncer no siempre provoca dolor, especialmente en fases iniciales, de modo que no conviene esperar a que duela para consultar a un profesional sanitario si existen otras señales de alarma.
Al mismo tiempo, no debemos normalizar el dolor: si aparece ardor/quemazón u otro dolor nuevo, persistente o que empeora, es importante comentarlo cuanto antes con el equipo médico.
El alivio del dolor es un derecho y una prioridad clínica; hoy curamos más y mejor, con múltiples estrategias para controlar el dolor y mantener la calidad de vida de los pacientes.
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