Por Jesús Sánchez
Desde no hace mucho la palabra inmunoterapia ha empezado a ser común en cualquier conversación sobre terapias contra el cáncer. De hecho, es una de las líneas de investigación que en CRIS llevamos apoyando desde hace años en distintas Unidades, como en el Hospital 12 de Octubre, el Hospital de la Paz y recientemente el hospital Clínico.
Aunque se trata de un concepto con bastantes años, hasta la década de 2010 este tipo de tratamientos no se había mostrado como una alternativa real y efectiva para tratar el cáncer. Sin embargo, durante los últimos años ha supuesto una auténtica revolución. En el caso del melanoma con metástasis, por ejemplo, las probabilidades de supervivencia eran bastante bajas pero, gracias a la inmunoterapia, ahora cuenta con un tratamiento que en muchos casos hace incluso remitir la enfermedad. Es cierto que aún tiene importantes limitaciones, pero gracias a la investigación constante poco a poco está empezando a utilizarse en otros tipos de cáncer y, teniendo en cuenta que es un campo relativamente joven y por explorar, las posibilidades que ofrece son muy prometedoras.
Ahora bien, la mayoría del público general piensa en cáncer cuando habla de estos tratamientos. Pero la palabra “inmunoterapia” también se está haciendo un lugar en otros campos como el de la alergia, las enfermedades autoinmunitarias o incluso el de las enfermedades infecciosas (incluyendo el famoso coronavirus). ¿Qué tienen que ver estos campos entre sí y por qué la inmunoterapia es útil en todos ellos?
La razón es que la inmunoterapia no es un tratamiento único, sino que hace referencia a un concepto. De manera genérica, quizá la podríamos definir como una estrategia terapéutica en la cual no atacamos directamente la patología en sí, sino que proporcionamos a nuestro sistema inmunitario las herramientas para combatirlo. Y según cada patología hay que hacerlo de una manera o de otra.
Por ejemplo, cuando hablamos de alergias, lo que ocurre es que nuestro organismo está desarrollando una respuesta inmunitaria exagerada contra elementos que son inofensivos de nuestro entorno. La inmunoterapia contra las alergias consiste en ayudar a nuestro organismo a frenar esta respuesta inmunitaria y volver a la normalidad. Esto se parece a lo que ocurre con las enfermedades autoinmunitarias, en las que nuestro organismo ataca células u órganos de nuestro organismo: El objetivo de la inmunoterapia es frenar esta respuesta anormal.
En el caso de las inmunoterapias contra el cáncer los tratamientos tienen un objetivo totalmente contrario: Las células tumorales suelen apagar a las células encargadas de destruirlas, como las células NK y los linfocitos T. También pueden esconderse de este tipo de defensas, evitando ser identificadas como células tumorales. Por eso, la inmunoterapia contra los tumores se dirige a reactivar a los linfocitos T y otras células antitumorales, y a ayudarlas a encontrar y destruir el cáncer.
Ahora bien, en el caso de la COVID-19, la infección por el coronavirus SARS-CoV-2 provoca una situación compleja. En realidad, hay dos frentes abiertos, y la inmunoterapia debe corregir dos situaciones muy diferentes. Por un lado, el virus podría estar apagando o disminuyendo el número de linfocitos, las células que deberían frenar la infección. Para compensar esto necesitamos inmunoterapias que ayuden a aumentar la capacidad de los linfocitos de destruir el virus. Pero cuidado, porque por otro lado la infección parece activar una reacción exagerada de otro tipo de células inmunitarias, que provocan una inflamación muy potente y podrían estar tras los síntomas más graves. Para controlar esto necesitamos inmunoterapias que rebajen esta inflamación tan aguda, pero sin disminuir la actividad de los linfocitos que tienen que controlar la infección.
Vemos, pues, que en el caso de la COVID-19 el panorama es bastante complicado.
Afortunadamente, los conocimientos que se han adquirido sobre el sistema inmunitario en el campo del cáncer nos están dando grandes pistas para comprender cómo ayudar a nuestras defensas a rechazar la infección sin tener síntomas graves. Uno de los ejemplos más notables es el caso del tocilizumab: Una de las señales de alarma que emiten algunas células del sistema inmunitario durante la COVID-19 y que provoca una inflamación exagerada, se llama Interleucina 6. El tocilizumab es un anticuerpo que bloquea la recepción de esas señales de alarma. Al no poderse transmitir bien estas señales, la inflamación aguda disminuye rápidamente. Este tratamiento, que se encuentra ahora mismo en varios ensayos clínicos y está dando buenos resultados, de hecho, se utiliza de manera rutinaria para tratar pacientes de cáncer para frenar ciertas reacciones inmunitarias derivadas de algunos tratamientos.
Aun así, siguen existiendo grandes incógnitas en los detalles del funcionamiento del sistema inmunitario durante la infección con este coronavirus. Aunque se sabe que los pacientes con cáncer son una población de riesgo, probablemente por tener afectado sus defensas, no se comprende en detalle qué es lo que ocurre con su sistema inmunitario durante la enfermedad COVID-19. Aclarar esto es esencial, puesto que daría pistas muy importantes que permitirían anticiparnos a la aparición de síntomas graves y actuar antes. Por otro lado, si conocemos los detalles moleculares de lo que pasa en cada momento, podremos diseñar buenas estrategias terapéuticas que se ajusten a las necesidades de los pacientes con cáncer.
Por ello, entre otras iniciativas, CRIS impulsa un proyecto en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, en el que se dan la mano los departamentos de Inmunología (con la dirección de la Dra. Silvia Sánchez Ramón) y el de Oncología (con el Dr. Alberto Ocaña y el Dr. Pedro Pérez Segura). En este estudio se estudiará a fondo la respuesta inmunitaria durante la COVID-19 en pacientes con inmunodeficiencias primarias (de nacimiento) y secundarias (con especial atención a los pacientes con cáncer). Se analizarán y seguirán, en un principio, 115 pacientes, aunque podrían ser más. Este estudio proporcionará información vital para comprender y combatir la infección por coronavirus en pacientes con cáncer.
Nos encontramos en un momento de crisis social y sanitaria que no tiene precedentes, pero hay esperanza. Pese a que el público general muchas veces no es consciente de ello, detrás de cada pastilla, de cada medicamento o tratamiento efectivo hay años de trabajo de investigadores que se han dejado la piel en desarrollarlos. La investigación nos ha entregado todos los tratamientos de la medicina actual, y nos proporcionará todos los que están por llegar, tanto en el caso del cáncer como en el de la COVID-19. Que estas terapias lleguen antes o después depende solamente de lo que la apoyemos. Está en nuestras manos.
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