Tú y yo compartimos el mundo con 8.000 millones de personas y en breve lo haremos con 10.000 millones. Si queremos vivir sanos y bien, debemos de aprender a hacerlo juntos y en armonía con nuestro entorno. Desde CRIS contra el cáncer analizamos este tema:
Los humanos existimos dentro de una red de vida, compleja e interconectada en la que cada parte juega un papel importante. Cuando un componente se cambia o se elimina, todo el sistema se ve afectado con consecuencias más o menos graves. Aunque sabemos que dependemos de la naturaleza para obtener lo que necesita para sobrevivir y hacer frente a amenazas ambientales, como las epidemias, no estamos actuando en consecuencia, ya que como especie nos hemos desconectado de la naturaleza a la vez que, como individuos, lo hemos hecho de nuestro propio cuerpo y de nuestra salud.
Durante los últimos 50 años la mejora en la producción de alimentos ha contribuido a aumentar la esperanza y calidad de vida, a reducir el hambre, las tasas de mortalidad y la pobreza mundial. En este periodo de tiempo se ha duplicado la población, se ha triplicado la producción de alimentos y se ha cuadruplicado el gasto energético. Seguimos creciendo, consumiendo sin prever las consecuencias y creyendo que más siempre significa mejor. Sin embargo, los beneficios conseguidos hasta ahora se ven contrarrestados por cambios hacia dietas poco saludables que están, no solo comprometiendo nuestra salud, sino también la salud de nuestro planeta. Somos muchos consumiendo mucho, más de lo que realmente necesitamos. Agotamos o destruimos recursos naturales vitales y en algún momento sobrepasaremos la capacidad que la naturaleza tiene para recuperarse.
La tierra está enferma. Las personas también. ¿Cómo de grave es?
A medida que la sociedad se ha ido modernizando, ha sufrido una transición nutricional hacia dietas pobres en vegetales, muy calorías, ricas en alimentos altamente procesados y grandes cantidades de productos animales. Esta alimentación, además de impactar negativamente en la salud, incrementando las enfermedades entre las que se encuentra el cáncer, está causando daños catastróficos al medio ambiente.
Según un reciente estudio publicado en la revista The Lancet, esta forma de comer supuso en el año 2017 la muerte de más de 11 millones de personas y, según otro estudio, el deterioro ambiental es el responsable. La huella de carbono del sector agroalimentario es enorme, y además demanda gran cantidad de recursos naturales, contribuyendo a la extinción de especies, deforestación, agotamiento y contaminación del agua.
Comer de forma más saludable y sostenible deben de ir de la mano. Esto significa que debemos desarrollar hábitos alimenticios que mejoren nuestra propia salud al mismo tiempo que beneficien la salud del planeta. Y de no ser así, si seguimos comiendo y viviendo como hasta ahora, se notará un incremento alarmante de cáncer y otras enfermedades, de la contaminación del suelo y del agua, así como de las emisiones de gases de efecto invernadero que a su vez impactarán de forma muy negativa en la salud ya deteriorada de las personas.
Necesitamos repensar cómo comemos: más vegetales, menos animales
Son ya muchas las investigaciones que demuestran que los alimentos que son más sanos para las personas también lo son para el planeta. Este concepto de una sola SALUD, que defendemos desde CRIS contra el cáncer, engloba las personas y el planeta, y ha llevado a los expertos a la definición de la Dieta Planetaria 3. Esta comprende mayoritariamente frutas y verduras, cereales integrales, legumbres y frutos secos, incluye una cantidad moderadamente baja de pescados, mariscos y aves e incluye poca o ninguna carne roja o carne procesada.
Los alimentos procedentes del mundo vegetal directamente asociado a la mejora de la salud tienen un impacto ambiental bajo. Por el contrario, la carne roja y la procesada, alimentos responsables del incremento del cáncer y otras enfermedades, se asocian con un mayor y muy negativo impacto ambiental. Los alimentos procesados con alto contenido de azúcares a pesar de tener impactos ambientales relativamente bajos se excluyen de la dieta planetaria por su efecto negativo en salud.
Si todos adoptáramos la Dieta Planetaria, duplicando nuestra ingesta de frutas, verduras y legumbres, y reduciendo a la mitad nuestra ingesta de carne roja y azúcar, conseguiríamos importantes beneficios para la SALUD. Se evitarían entre 10,9 y 11,6 millones de muertes prematuras al año, a la vez que se mitigaría el daño ambiental.
Cuando comparamos dieta planetaria con la dieta oncosaludable, aquella que te protege y evita uno de cada tres cánceres, vemos que son coincidentes. Los alimentos de bajo impacto ambiental tienen también un efecto protector frente al cáncer, minimizando el riesgo de padecer, entre otros, mama, pulmón, digestivos, así como los relacionados con el exceso de peso. Los de alto impacto ambiental a su vez elevan el riesgo de padecer varios tipos de cáncer entre los que destacan el colorrectal, que incrementa de forma proporcional al consumo de carne, y los que están relacionados con un bajo consumo de fibra. ¿Es así como queremos vivir? ¿Quién hace posible el cambio?
Cuando las personas entendamos la relación entre las decisiones que tomamos día a día, los alimentos que ingerimos, la energía que consumimos y los desechos que generamos, cambiaremos la forma de vivir y contribuiremos a la transformación que necesita nuestra sociedad en este siglo XXI, dejando de ser parte del problema para convertirnos en parte de la solución.
Emilia Gómez Pardo, asesora en temas de nutrición de CRIS contra el cáncer
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El Oncosaludómetro es una herramienta diseñada para valorar el riesgo que presentas de padecer un cáncer como consecuencia de tu estilo de vida
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