Hoy es el día internacional de la mujer, y como no podía ser de otra forma, hemos querido homenajear a todas esas amigas, familiares y compañeras que, día a día, trabajan liderando una batalla contra las obligaciones, las desigualdades y el reloj, tratando de conciliar todos los aspectos de su vida: formación, trabajo, familia, casa… y a veces teniendo que enfrentarse también a enfermedades como el cáncer.
Hoy damos voz a 5 mujeres que, de una u otra forma, han vivido ligadas a esta enfermedad y aún hoy siguen luchando, cada una desde su propio contexto, para acabar con esta enfermedad.
La investigación es la mejor manera de vencer al cáncer.
Lucía tiene 36 años y desde hace 6 trabaja como investigadora en terapia celular frente al cáncer pediátrico en el CNIO. Es bioquímica, una profesional de pies a cabeza y, además, madre de dos niños.
“El cáncer es una guerra que se gana en el día a día. En cada batalla. En cada experimento que, tras varios intentos, te acerca por fin a dar nuevas soluciones a los pacientes. Y cuando consigues un pequeño avance, por pequeño que sea, la recompensa es indescriptible. Estas son mis batallas diarias como científica.”
Adora lo que hace, por encima de todas las cosas, pero el cáncer no es la única batalla a la que se enfrenta diariamente.
“Como mujer, también me toca enfrentarme a las batallas por la conciliación y la igualdad: en el reconocimiento, en el salario, en las oportunidades… Y es que aún nos queda mucho por batallar si queremos despegar de ese suelo pegajoso y romper los techos de cristal que nos impiden avanzar. Esta batalla también forma parte de nuestro día a día.”
Ella lo tiene claro, jamás abandonará ninguna de sus dos luchas, porque de ello depende, en gran parte, el bienestar de los demás.
“Las investigadoras, además de dejarnos la piel haciendo lo que más nos gusta, peleamos con uñas y dientes por esa igualdad. Porque creemos que esta igualdad va en beneficio de tod@s, mujeres y hombres, y sobre todo los pacientes.”
Cualquier iniciativa es buena para apoyar la investigación
Eva Torres es taxista, tiene 42 años y lleva 12 al volante del taxi y 6 colaborando activamente en la lucha contra el cáncer.
Nos reconoce que ser taxista siempre fue el sueño de su vida, que disfruta de lo que hace, que de pequeña veía un taxi y se volvía loca, y que le fascinaba la idea de conocer gente, de llevarla de aquí para allá, de conocer sus historias y recorrer la ciudad a distintas horas del día.
“Debido a mi trabajo como taxista, llegas a conocer a infinidad de personas y lo que más impotencia me produce es ver personas enfermas con cáncer y descubrir lo poco que se dedica a la investigación, a pesar de saber que ahora mismo es la mejor vía para acabar con esta enfermedad.
Por eso, hace tiempo decidí que no podía quedarme de brazos cruzados porque sentía una tremenda necesidad de hacer algo.”
Hoy, es titular de una licencia y su propia jefa, por lo que puede conciliar perfectamente su vida laboral con su vida familiar, fijar sus propios horarios, y además, sacar un rato todos los días para dedicarle a la recaudación de fondos para la investigación.
“Hay muchas horas muertas en las paradas y esa necesidad de hacer algo me rondaba la cabeza una y otra vez, y gracias a CRIS contra el cáncer, que nos dio la oportunidad de entrar en esta gran familia, abriéndonos las puertas de su corazón, lo vi claro y me uní al proyecto de “Las pulseras de la vida”.
Son más de 35 mujeres al frente de este proyecto en el que ellas mismas, diseñan, producen y venden pulseras y llaveros solidarios, en sus taxis, tratando de recaudar lo máximo posible para destinar a la investigación contra el cáncer.
“No encuentro palabras para describir cómo me siento al formar parte del proyecto “pulseras de la vida” de CRIS contra el cáncer. Para mi, como para tantas compañeras es una enorme satisfacción poder ayudar a las personas que necesitan alternativas de tratamiento contra el cáncer. Porque nuestra mayor ilusión es seguir teniendo sueños y nuestro mayor sueño es vivir en un mundo sin cáncer.”
Madre no hay más que una
Marga es una madre coraje, de las que a pesar de las inclemencias de la vida sigue manteniendo la ilusión en la mirada y los ojos brillantes, una de esas mujeres que sale aún más fortalecida del desastre y, mejor aún, agradecida por todo lo que la enfermedad le ha permitido vivir y valorar.
“El cáncer entró en nuestra vida cuando, con tan sólo 3 años, diagnosticaron de leucemia a mi hijo Mario. Me pasé casi un mes y medio esperando a que alguien entrara en la habitación y me dijera que se habían equivocado con el diagnóstico. Pero no ocurrió. Es muy duro. De pronto vas viendo cómo cambia tu hijo físicamente, cómo se queda sin pelo, cómo deja de andar, cómo se hincha, cómo va cogiendo peso, y cómo va cambiando todo. Cómo cambias los parques y el colegio por las habitaciones de hospital…”
A pesar de la terrible noticia, Marga asumió que tendría que hacerse amiga de la enfermedad, y gestionar sus emociones de manera que afectaran lo mínimo posible al estado de ánimo de su hijo.
“Tuve claro que no quería ninguna tristeza al lado de Mario. Quería que el tiempo que estuviéramos con él pudiéramos hacerle sonreír y que sintiera que llevaba el mismo tipo de vida que cualquier otro niño. Sólo quería felicidad para él.”
Los dos años y medio que duró el tratamiento, estuvieron llenos de complicaciones: varios cambios de porta (el dispositivo a través del cual se administra la quimioterapia), punciones lumbares todas las semanas, analíticas diarias, ingresos por bajadas de defensas… pero después de ese tiempo, se confirmó la remisión.
“Entonces conocimos una vida completamente diferente. Yo siempre digo que Mario me ha cerrado una ventana para abrirme un balcón a cosas muy bonitas que no quiero dejar de vivir. Él me ha enseñado que hay otra vida, que después de vivir con tantísima angustia y tantísimo miedo a tantas cosas, al final conoces a gente tan de corazón que merece la pena todo lo que pasas en ese tiempo. Yo siempre digo que ojalá no hubiera tenido que conocer esta vida, ni la palabra cáncer, muchísimo menos en un hijo pero he de reconocer que tengo mucho que agradecerle a esta enfermedad por todo lo que me ha hecho ver y valorar.”
Desde entonces, cada día Marga se siente feliz de que 5 años después de aquel terrible diagnóstico, sus tres hijos, su chico y ella sigan juntos, y puedan demostrarse a diario lo afortunados que son.
“Ahora, después de esta experiencia, he querido hacer algo bonito. Por eso empecé el proyecto de “las plumas de la vida”, para poder ponerle color a esta enfermedad tan gris. Muchos dicen, de hecho, que me he hecho a mi misma en la pluma. Porque le he puesto la fantasía, el corazón y la buena energía que llevo dentro desde entonces. Con ello, quiero conseguir que cada vez que alguien vea una de esas plumas, se le escape una sonrisilla y se acuerde de que estos niños existen y que gracias a la investigación y a todos los donantes, podrán envejecer.”
Hay luchas que se asumen como parte de nuestro día a día
Ana Cardona es mujer, psicóloga, pintora, escritora, madre de familia y paciente de cáncer, pero ante todo es una luchadora nata. Una auténtica guerrera en todos los aspectos de su vida.
“Cuando pensamos en mujeres trabajadoras, nos viene a la mente esa mujer que tiene que lidiar en su día a día con el trabajo, la familia, el ocio y otras muchas cosas. No solemos pensar en que a veces, esas mujeres, también pueden estar enfermas. Eso me pasaba a mí antes de que me diagnosticaran un cáncer de mama, por el que finalmente tuve que pedir una baja de mi trabajo como psicóloga.”
A veces, las mujeres, tratamos de convencernos de que somos capaces de lidiar con todo lo que nos echen y no nos concedemos la posibilidad de equivocarnos, ser débiles o fallar. No nos damos tregua. Sacamos fuerzas de donde ya no quedan para salir adelante, para mantenernos a flote, para no quedarnos paradas. Porque nos vendieron que en eso consistía la fuerza, que ahí residía la valentía, que no debíamos tener miedo, que estamos hechas para aguantar. Pero no tiene por qué ser así y a veces flaquear también es síntoma de que somos humanas.
“En un principio pude con todo: el trabajo, la familia, la terrible noticia, el tratamiento… pero llegó un momento en el que el cansancio y el malestar pudieron conmigo. Como me dijeron que tenía que hacer ejercicio físico hice un reto de baile para recaudar dinero para CRIS y así aportar mi granito de arena para la investigación. Ahora sé que hay muchas mujeres que lidian en su día a día con esto, y con mucho más, y por todo ello se merecen una mención en el día de hoy. Mis felicitaciones a aquellas mujeres que siguen, a pesar de las dificultades, levantándose cada día para ofrecer lo mejor de ellas mismas a través de su trabajo.”
El camino no ha hecho más que empezar
Marta Cardona es la Directora de la Fundación CRIS contra el cáncer. Lleva ocho años trabajando sin descanso por lograr recaudar fondos de cualquier manera posible con el objetivo de financiar distintos proyectos de investigación, necesarios para terminar de una vez por todas con esta enfermedad.
“Cuando era niña, nunca imaginé que trabajaría en un proyecto tan grande como es la cura del cáncer. Todo empezó cuando conocí a Lola, una mujer fuerte y luchadora que me contó, desde su experiencia como paciente, que gracias a la investigación había tenido la oportunidad de seguir adelante con su vida.”
Ahí empezó su camino creando CRIS contra el cáncer. Un proyecto ambicioso pero lleno de ilusión, de cariño, de corazón.
Un proyecto que hoy cuenta con más de 30.000 socios y que ha logrado destinar más de 10 millones de euros a la investigación, un proyecto que se transforma en esperanza para cientos de pacientes y en reto personal para decenas de investigadores. Un proyecto que esperemos, siga dando pasos de gigante en la mejor dirección posible: la cura contra el cáncer.
“Después de ocho años, me siento muy orgullosa de dirigir esta fundación, rodeada de personas tan extraordinarias como son los científicos, los pacientes, los voluntarios, los socios, los patronos y el equipo con el que compartimos, cada día, con gran ilusión y profesionalidad, nuestra labor por un mundo sin cáncer. Y es que en la investigación, nos va la vida.”
Cinco mujeres, cinco vidas, cinco luchas y todas ellas unidas por un nexo común: el cáncer.
Seis letras sombrías que irrumpen atropelladamente en la rutina, con la intención de quedarse, aunque sólo sea en el recuerdo, pero eso sí, para toda la vida.